Viernes, 16 de Deciembre de 2016
Al respecto de los horarios de trabajo y la conciliación con la vida personal y familiar
Hace ya varios años colaboré con una empresa (la cual ya ha cerrado) que en sus malos tiempos, cuando no tenía labores para sus empleados pero ya no podía despedir a más por si le surgía algún trabajo, decidió aumentar la jornada laboral en una hora diaria más.
Tras enterarme del nuevo horario un día que estuve en las oficinas hasta la hora de cierre y ver que nadie se marchaba les pregunté a los técnicos de la empresa con los que habitualmente tenía relación profesional —es decir, a las personas con las que en ese momento estaba trabajando— lo que hacían entonces: «Lo mismo que el resto del día, nada. Hacer ver que estamos ocupados», me respondió uno de ellos.
Mi pregunta, obvia, fue si es que no se daban cuenta los jefes. La respuesta, para reír o llorar, fue: «Claro que se dan cuenta pero, ¿sino qué hacemos?».
Y es, al respecto de esta anécdota (y unas cuantas vividas en primera persona de las que no pienso hablar), que me surge a mí la duda sobre que harían la mayoría de las empresas españolas si les dijesen que, con carácter general, la jornada laboral debe acabar a las seis de la tarde.
El que se pregunte qué hacía yo colaborando con una empresa que no tenía trabajo, la respuesta: los contratos y compromisos adquiridos se han de cumplir si se quiere intentar no hundirse del todo.