Martes, 24 de Mayo de 2016
Amanecer
El hombre de los mil caracteres, así todos le llamaban… Y aunque pensasen que el apodo era algo exagerado, a lo largo del día pasaba por los mil caracteres que le atribuían. Pero no por cualesquiera mil caracteres, por sus mil caracteres lo hacía.
Por las mañanas saludaba alegre y risueño, sin importar si eran conocidos o extraños; en el trabajo era serio y formal, un hombre cabal; durante la comida, gracioso, dicharachero y siempre muy chistoso. Era atento, afable y amable, en todo tiempo educado y modesto, pero nunca servil y siempre con temperamento, genio y personalidad… La persona que a todos gusta tener a su lado.
Sin embargo al volver a casa, cuando con sus sentimientos a solas se quedaba, su mente se rendía, se apoderaba de él la melancolía, la nostalgia y una tristeza que del alma le salía; esa tristeza que solo un amor, un amor sin remedio perdido, produce. Más al final de la noche, de nuevo, sonreía, porque con el amanecer de un nuevo día en su mente ella otra vez viviría.