Lunes, 7 de Deciembre de 2015
La votación
Otro día más te levantas con ese insistente dolor de cabeza. Cuanto más cerca está el día más intensa se vuelve esa molesta sensación.
Siempre, desde que recuerdas, has tenido que soportar esos dolores. A veces, como hoy, te lo encuentras al despertar; otras veces surge de repente, como la punzada de un clavo, para quedarse el resto del día… Pero por fin tus masters en biología molecular y en psicología canina te van a servir para algo, se acerca el momento y una migraña no te va a parar.
Siete días faltan para el día crucial, cuatro para poner en marcha tu plan.
Tras desayunar mientras repasas todo el proyecto te diriges hacia la sede del partido. Parece un día cualquiera de mediados de diciembre, un cielo gris como panza de burra y atascos en el paseo del Prado. Hoy han de ser las pruebas, hoy se verá hasta dónde llegarás. Lejos, lo sabes.
Media hora más tarde de lo previsto llegas al garaje de la sede del partido. No importa, hoy es un día especial.
—Buenos días, señor presidente —te dice musicalmente el pelota de Aurelio al abrirte la puerta.
Lo miras y te preguntas «¿cómo no se ha dado cuenta de que tras veinte años abriendo puertas en el garaje no va a conseguir ascender en el partido?».
—Mi querido Aurelio… —respondes con una gran y fugaz sonrisa.
El ascensor hoy no hará un gran recorrido, te quedas en la planta -0.5. Te diriges como un ganador hacia el Laboratorio del votante mientras todos te sonríen y saludan al pasar.
—Hemos finalizado la fase de estudio en animales —te dice uno de tus ayudantes nada más entrar en el laboratorio.
—¿Se mueve todo dentro de los parámetros establecidos, Mariano? —Esto es demasiado importante para perder el tiempo en absurdas salutaciones.
—Por supuesto —responde Pedro a tu espalda—. Dentro de diecisiete minutos se inicia la prueba en humanos.
—Tiempo justo pero suficiente —¿lo has dicho, lo has pensado? ¡Qué más da!
Frente a ti están el antiguo presidente y el ex secretario de dos de los partidos rivales. Nadie es capaz de explicarse como se unieron a ti y a tu partido: el Partido Anti Migraña.
«¡PAM!, directo a la cabeza», esta vez tu eslogan será el ganador. El partido ha vivido treinta años de más pena que gloria y ya nadie pensaba en ti. Tus nuevos fichajes te han puesto en el candelero, y pronto todos sabrán lo que es una verdadera migraña.
Has tardado muchos años pero al fin descubriste el secreto para triunfar. No basta con estar sobradamente preparado, hay que ser proactivo e imaginativo: un curso por correspondencia de hipnosis abre puertas que ya quisieran dos masters y tres licenciaturas.
Mientras vas pensando en tus fichajes, en tus licenciaturas y en todo lo que harás dentro de siete días te acercas a la jaula de los ratones; uno mira la pantalla, la enciendes y el animal guiña insistentemente un ojo… Hoy preferirá la descarga eléctrica al queso. Te ries como una hiena, tus víctimas están desamparadas. Esto,… tus votantes están preparados.
—Señor… —Es Rosa, tu asistente personal, que te señala las cabinas de prueba—. Los sujetos de la prueba ya han llegado, esperan ordenadamente en el exterior de la sala.
En la puerta se encuentra Cayo; le indicas con un ademán de mano que haga pasar a la primera pareja.
Se va a iniciar la prueba definitiva, la sien te palpita más intensamente; hoy es un día especial y no tendrás un dolor de cabeza común, el sabe seguir tu ritmo.
—Pablo, entra en la de la derecha.
—Prefiero la izquierda —responde algo molesto.
—Pablo —le replica Albert—, si siempre giras a la izquierda acabarás en el mismo sitio.
—Bueno, no discutamos. Albert, para ti la derecha. —Albert, resignado, se encoge de hombros, entra y se sienta.
Se abre el techo de las cabinas y un móvil desciende hasta situarse frente a los ojos de los sujetos.
—Tan sólo tenéis que ver un vídeo —les informas conectando los altavoces de las cabinas—. Después tendréis que decidir si lo queréis reenviar o borrar. ¡Simple!
Tu sonrisa te delata, es pura satisfacción lo que brilla en tus ojos… incluso antes de saber el resultado… Pero es que no tienes dudas.
El chiste del pato aparece en la pantalla de los móviles:
—Papá, papá. ¿Por que te llaman el pato?
—Cua, cua, cualquiera sabe.
Un tic asoma en los sujetos, un ojo les empieza a temblar; su primera migraña aparece y sin ninguna posibilidad de decisión reenvían el chiste.
—El lado que te duele predecirá tu voto. ¡Qué hallazgo tan notable! ¡Qué pasmo y qué alboroto! —les dices a través de los cristales, aun sabiendo que no te podrán escuchar; o por eso—. Nunca dejaré de sorprenderme de mi mismo… ¡Soy un genio!
Dentro de cuatro días el chiste estará en todas las redes sociales, en todas las Apps de mensajería, y al séptimo día será tu partido el más votado. Serás presidente.
«¡Millones de votos, este serán el mayor robo del siglo!… Pero nadie lo sabrá. Lástima». Lo repites varias veces, las palabras resuenan en la cabeza y sientes algo de pena. «¿Cómo no lo van a saber?», sigues pensando en que tu gran jugada nunca se sabrá. Y de repente surge una idea: «en mis memorias lo contaré todo»; después la idea se va matizando entre aguijonazos, «… pero eso no será hasta después de ser presidente de la Tierra y de vengarme de todos aquellos que cuando tenía migrañas me dijeron «menudo cuento tienes», ¡qué pena tener que esperar tanto!».
Y si alguien no lo dijo, por si lo pensó… ¡Todos con migrañas!
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Participación en el Concurso Relato Breve GECSEN 2015 del Grupo de Estudio de Cefaleas de la Sociedad Española de Neurología . No premiado.