Lunes, 7 de Deciembre de 2015
Cuarenta años
Cuarenta años han pasado desde tu primer concierto, hoy es el aniversario… ¡Cuarenta años!, pero solo tú lo recuerdas; eres el único que queda de los que subieron ese día a aquel pequeño escenario. Vivir deprisa era la única forma que conocíais, así vivisteis y las drogas pasaron factura, ahora solo quedas tú.
Recuerdos de cuando queríais que el mundo fuese vuestro. Recuerdos de ensayos en un viejo local, sueños, amores, besos, conciertos,… de primeras giras.
Con los años se acabaron las noches sin fin tras los conciertos, el cuerpo ya no aguanta; se acabaron los lunes de marcha, y los martes, y… Se acabaron las chicas pidiéndote que las invites en los bares, también sus miradas, sus escotes y sus mentiras. Todo ha cambiado.
—Cinco minutos —te dice el nuevo asomando la cabeza por la puerta.
Te miras al espejo. Siempre, desde aquel primer día, te haces la misma pregunta cinco minutos antes, «¿Puedo hacerlo?». Y desde entonces te respondes lo mismo, «Yo soy el que esta noche les sacará de la rutina, seré un buen recuerdo en su vida». Dos números te recuerdan que eso es así, veinte mil personas frente al escenario y cuarenta años.
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Participación en el III certamen de microrrelatos ‘MicroRock’. de la Asociación Cultural San Rock-e. No premiado, no finalista, no seleccionado.
Miércoles, 11 de Deciembre de 2013
El mar
La casa se encontraba a medio camino de ninguna parte, en una gran llanura de tierra rojiza y seca en la que no crecía nada salvo vientos que venían de ningún sitio e iban a ninguna parte, y mientras eso hacían, batían la tierra y movían el polvo que en ella había. Al norte, lejos, un velo gris dejaba ver las crestas de una cordillera azulada y difusa; tras ella, le habían dicho, estaba el mar. No le interesaba ni le preocupaba, seguramente todo el agua que hubieran visto todas las personas que han existido no fuese tanta como la que decían que se podía ver allí. No existía tanta agua, simplemente no existía tanta agua.
A la gente le gusta exagerar y mentir, pensaba; hablan de mares, ciudades o planetas, de miles de gentes viviendo en un mismo lugar, de gente viviendo en otros lugares, allá, entre las estrellas, de cantidades de agua inimaginables, agua que no se puede beber. Él no les creía pero le gustaba pensar en esas cosas y en cómo sería un mundo con tanta gente y tanta agua; en cómo serían miles de mundos como aquel que imaginaba. Sabía que sólo podría verlo en su mente y así lo hacía a veces, sólo a veces.
Siempre había vivido allí. No recordaba desde cuándo, pero sí recordaba cuánta gente había pasado en ese tiempo: once personas, incluyendo la que estaba a punto de hacerlo. Era un pequeño punto que con el pasar del tiempo se fue haciendo más grande, poco a poco, hasta llegar a verse más alto que aquellas lejanas montañas que quedaban tras él. Pasó sin siquiera detenerse, igual que los demás.
Como siempre que había visto a alguien pasar por allí, le preguntó de donde venía. “De más allá de las montañas” respondió el viajero. “Y qué hay allí”, preguntó interesado, pues era la primera persona que llegaba de aquella dirección; los demás se dirigían hacia allá, él podría decirle lo que realmente había. “Nada”, fue la respuesta.
Eso había pensado siempre; el mar, eso que un día alguien le dijo lo que era y dónde se encontraba no existía, como siempre había pensado, como siempre había sabido. Desde aquel día ya nunca más volvió a acordarse de aquella invención, el mar.
El extraño continuó su camino pensando en la pregunta. “Nada… agua y nada más”, pensó mientras se alejaba.
Viernes, 8 de Noviembre de 2013
Experimento
Hoy es el décimo día. Aquí han transcurrido diez días desde que se inició el experimento, fuera ya han pasado mil años; con cada día y cada noche se fueron cien años y yo, aquí dentro, conozco todo lo que ha sucedido en ese tiempo.
Las épocas pasan y los hechos se suceden sin parar: hay nuevos avances y nuevas guerras… Como desde el principio de los tiempos la gente vive y muere, la gente se enamora y se odia.
Los días transcurren lentamente aquí, y conforme se suceden me alejo más del exterior. Fuera sólo hay un mundo que nunca viví; pero, aún así, fuera hay sentimientos que en un tiempo formaron parte de mí. Cada día los recuerdo mil millones de veces.
Los días pasan, los siglos se arremolinan en mi cerebro para ser pronto engullidos y olvidados en los rincones más perdidos de mi mente. Ya no presto atención a lo que sucede fuera.
Sin saberlo espero, sin saber qué debo esperar.
Un día sucede, en mi subconsciente una noticia esperaba a ser anunciada: hoy nadie se ha enamorado, finalmente ha sucedido, la civilización ha terminado.
Los días pasan y mi mente descansa. Pero mi alma quiere sentir lo que hace tiempo que dejó de existir. Tan sólo recuerdos quedan dentro de ella; no sé si alguno, alguna vez, pudo ser mío. Sólo recuerdos que vienen y van, recuerdos que con el pasar de los días se hacen borrosos.
Sé que un día hubo algo ahí fuera, pero no consigo recordar qué es lo que fue.