Lunes, 15 de Febrero de 2016
¿Por qué escribir ciencia ficción?
En abril de 1896 el profesor Svante Arrhenius (Premio Nobel de química en 1903) escribió en The London, Edinburgh and Dublin Philosophical Magazine and Journal of Science (publicación actualmente conocida como Philosophical Magazine) un artículo científico en el que explicaba que la duplicación del nivel de CO2 de la atmósfera terrestre derretiría el hielo del ártico.
Resulta obvio —a la vista de como nos encontramos al respecto de ese tema en la actualidad— que el artículo del profesor Svante Arrhenius no tuvo mucho éxito.
Si alguien, inspirándose en ese artículo, hubiese escrito una buena novela sobre una Tierra futura en la que la temperatura media del planeta fuese superior en 4ºC y las consecuencias que eso tendría para la población mundial, para los ecosistemas, para las ciudades costeras, para las economías,… —en definitiva, para la vida, cualquier tipo de vida— entonces, tal vez, solo tal vez, algo podría haber sido diferente; quizá una novela de ciencia ficción podría haber cambiado conciencias. Cambiado conciencias como muchas otras, estas reales, lo han hecho hasta ahora: novelas que inconscientemente ya forman parte del imaginario colectivo de la gente.
La ciencia ficción sirve —entre muchas otras cosas— para divulgar ideas científicas e ideas morales, también sirve para divulgar peligros futuros; sirve para dar visibilidad a ideas que de otro modo no saldrían de los despachos de los estudiosos o de las páginas de las revistas en las que estos publican; sirve para que nadie pueda decir «no sabíamos que eso podía suceder»;… En definitiva, puede servir para advertirnos del efecto invernadero, del gran hermano, de los peligros de la selección genética, de los NEO (Near Earth Object, objetos próximos a la Tierra), para advertirnos del invierno nuclear,…
Pero la ciencia ficción no solo fagocita ideas, también las crea (ejemplo, el ascensor espacial). Y también sirve para encender y avivar nuestra imaginación; para despertar, desentumecer y espolear nuestra compresión; para fomentar ideas innovadoras y excitar el pensamiento y el conocimiento. Inspira a niños y jóvenes a dedicarse al estudio de las ciencias u otras ramas del saber, muchos científicos de renombre confiesan que su interés por la ciencia nació con la lectura de ciencia ficción.
Desgraciadamente hay quienes, por desinterés, y aun creyéndose ilustrados, se imaginan que ciencia ficción es sinónimo de space opera (un subgénero que, para el que le guste, también tiene su utilidad: entretener).
Llegado a este punto iba a decir que me gusta todo tipo de música, pero me he acordado del… y ya no puedo decirlo; así pues, continuaré de otra forma: supongo que será por el hecho de que mi abanico musical es muy amplio que acostumbro a pensar en buena y en mala música. De igual manera me pasa con los libros: para mí hay buenos y malos libros; a la hora de valorar un libro me da igual si es novela, relato, poesía, biografía, filosofía, divulgación científica,… Solo buenos y malos libros. Los géneros solo existen para aquellos que sienten la necesidad de encasillar y compartimentar lo que sucede a su alrededor.
Para acabar, parafraseando a Julio Verne: lo que un hombre es capaz de imaginar, otro es capaz de hacerlo.